Nueva vida para Vega

Cada día más a menudo, en todos los ámbitos de le esfera pública y privada, oímos hablar de «sostenibilidad». ¿De qué se trata exactamente? En relación con el sector del envasado para alimentos, así como más en general, “sostenibilidad” es seguramente «la capacidad de un modelo de producción y consumo de satisfacer las necesidades de la sociedad actual sin perjudicar las de las generaciones futuras», para citar la ex primera ministra noruega, además de ser, en la era de la revisión de las cadenas de valor en óptica green, sinónimo de ventaja competitiva.

Y para quienes compran, el índice de sostenibilidad del producto depende incluso de su envase, que tiene que ser para el 62 % de los encuestados por el Osservatorio Packaging del Largo Consumo de Nomisma reciclable, según el 59 % realizado con materiales que respeten el medioambiente y, para el 46 %, sin exceso de gramaje. “Empieza a difundirse la conciencia de que un régimen alimentar es sano no sólo cuando está adecuado desde el punto de vista nutricional, sino que si promueve la salud humana y respeta la del planeta” afirma la presidente de Slow Food Italia, Barbara Nappini.

Por tanto, sostenibilidad, pero no a la expensa de la seguridad y de la calidad del producto, que siguen siendo drivers de compra importantes y que son la razón por la que, dentro de un escenario en que la etiqueta es garantía del marco y en que, como nos recuerda Marco Pedroni, presidente de Coop Italia “llevar frutas y hortalizas sueltas sobre los bancos de la gran distribución requiere esfuerzos en términos logísticos y de refrigeración con impactos igualmente pesantes en términos de emisiones”, “envasado” todavía es preferible a “suelto”. Y hablando de materiales que respetan el medioambiente, en el ideario común (para la precisión en el 41 % de los casos), plastic free equivale a ecológico.

La misma legislación europea se mueve en esta dirección: en Francia ya está en vigor la prohibición de utilizar los polímeros para las confecciones de frutas y hortalizas inferiores a 1,5 kg y pronto, a partir de 2023, España también adoptará dicha norma.

Paralelamente, también la GDO tiene que hacer frente al tema de la tutela del medioambiente y, a nivel global, se ha ciertamente optado por la reducción del plástico, cuando posible.

En un contexto de este tipo, nuestra Vega, enmalladora horizontal lanzada al mercado en 2015, está viviendo su periodo de máximo esplendor.

Muy adelantada a su tiempo y ahora renovada en la interfaz gráfica y optimizada para cumplir los requisitos de Industria 4.0, Vega ha sido diseñada para crear diferentes tipos de confección, de artículos sueltos como frutas, cítricos y hortalizas hasta 2 kg, así como en cestas, bandejas y pequeños cartones, utilizando malla tejida o extruida, en celulosa y fibras naturales también, con etiqueta wineglass, asimismo en papel.

La malla, pues, es cerrada a las extremidades con una grapa metálica que, al día de hoy, es la única solución para la celulosa. Claro está que el monomaterial es el objetivo al que apuntar y por supuesto, en comercio existen bolsas en papel termosellables, pero, es necesario tener presente que el paquete tiene que asegurar una óptima visibilidad se su contenido, además de ser sostenible y, naturalmente, práctico.

Teniendo en cuenta las distintas exigencias a las que el envase tiene que responder y los límites puestos por las tecnologías de que disponemos, la grapa metálica constituye el mejor compromiso, especialmente considerando que al consumidor debe pedirse el mínimo esfuerzo en disfrutar de la mercancía y en manejar los desechos: la grapa es fácilmente separable del resto de la confección durante la diferenciación y, sobre todo, en fase de reciclo en instalaciones de eliminación y valorización!